Cuando hablamos sobre los niños, especialmente en terapia, solemos indagar cómo están sus rutinas, cómo tienen organizadas cada día las actividades que realizan, sus juegos, descansos, comidas, y todo aquello que forma parte de su día a día.
Parece que lo contrario a esa rutina, a ese orden, es equivalente al caos. La palabra incertidumbre, propia del momento que estamos viviendo nos conecta con lo desconocido, lo extraño, lo raro, lo desconcertante, justamente lo que no tiene que ver con un mundo ordenado y conocido. Aquello que como adultos hacemos de semana en semana, sin darnos cuenta, pero que ahora adquiere una experiencia diferente, como para decir ¡Cuánto extraño mis rutinas y cuánto temo la incertidumbre! Tenemos en el aquí y ahora una crisis sanitaria y social debido a la pandemia, provocada por el Covid-19.
Nuestro mundo conocido y percibido se ha desmoronado, la experiencia de la cuarentena tiene para muchos/as la sensación de la prisión, o por lo menos de una represión no deseada. Todas las decisiones que tomamos parece que nos llevan a más ansiedad, miedo e incertidumbre.
Todo esto nos impele a “re-crearnos”, cada día, hora, y minuto, a nivel personal y a nivel profesional; ser creativos es más vital que nunca. De pronto todas nuestras “relaciones” se vieron modificadas, donde la flexibilidad es la única posibilidad de crear en la situación dada.Comenzamos a diferenciar lo que creíamos una “normalidad” de una “anormalidad- normal” con un cotidianidad en la que tenemos que adaptar, para el bien común, nuestra individualidad creciente.
El futuro (imaginado y/o deseado) se ha evaporado rápidamente, dando lugar a la incertidumbre. Tanto queríamos el tiempo libre que no teníamos, durante este largo y difícil confinamiento que: o no hacemos nada o lo aprovechamos para emprender actividades que ayudarán a ocupar las horas de nuestra jornada y nuevamente ser creativos.
En este tiempo, seguramente aparecieron pensamientos y reflexiones que rondaron nuestra mente, dándonos un gran abanico de imaginarios, emociones, sensaciones, de todo tipo: miedo, rabia, bronca, tristeza, frustración, cansancio… Tal vez hemos sido conscientes de algunas de ellas, y muchas veces han girado como el burro en la noria, en un sinfín, paralizándonos en el camino.
Somos seres relacionales, no individuales, los humanos no sólo necesitamos “del otro/a”, sino más bien “con el otro/a”, pero estas relaciones no son iguales para todos. Algunos pueden necesitar más, otros menos de esa relación, según cómo haya sido su camino relacional hasta el momento. Las diferentes formas de relacionarse no son malas ni buenas, mejores ni peores; son diferentes.
¿Qué es la incertidumbre para nosotros? Obviamente, necesitamos durante toda nuestra vida seguridades y certezas. Sin embargo, podemos constatar que la incertidumbre nos acompaña desde el nacimiento (que no programamos) hasta nuestra muerte (que no determinamos) y esto nos genera mucha ansiedad. Por lo tanto, la incertidumbre es inevitable, no así la ansiedad que nos genera.
Nuestros sistemas de creencias (en la ciencia, en la religión, en la espiritualidad) nos ayudan a aliviarnos de la molestia que nos causa.Todos los sistemas modernos en los que vivimos, están destinados a que laincertidumbre casi desaparezca. La matemática, la estadística, los cálculos de probabilidades, la misma economía, la meteorología, y hasta la mecánica cuántica, tratan de disminuir la “sensación de riesgo”.
“La fe es saber, más allá de la simple consciencia, que si damos un paso más seguirá habiendo un suelo bajo nuestros pies”. Paul Goodman Ese paso del que habla Goodman, obviamente es algo que está en el futuro inmediato, pero futuro al fin, donde la incertidumbre puede hacerse presente, irrumpe de golpe, y muestra que no hay base firme para que nuestros pies se apoyen como creíamos. Pretender tenerlo todo “controlado”, no es más que una manifestación de nuestra inseguridad, de nuestro miedo a perder lo conocido, lo sabido, y entrar en lo nuevo (desconocido).
Hasta que llegó a nuestra vida la pandemia, creíamos tener muchas cosas controladas, estábamos instalados en una seguridad aparente, que creíamos real y verdadera e incluso, a toda prueba, nos daba la “seguridad de la vida normal” y el riesgo a lo mínimo. Oh…Y ahora… ¿Quién podrá defendernos? (diría el Chavo)
En principio queremos volver a lo viejo conocido. De todas las maneras posibles rechazamos el presente y el futuro… Creemos que lo “normal” es lo conocido y nos aporta la seguridad que teníamos.
La Gestalt nos invita a ser realistas, a diferencia de la autoayuda que nos dice que “hay que ser positivos”.
Debemos asumir la realidad que a cada uno le toca vivir. Realidad que no siempre nos gusta y menos en este presente que puede ser muy duro. Para que este presente nos aporte, según la Gestalt, tenemos que “masticar” la experiencia, mejor en grupo que individualmente, para asimilar creativamente los retos y desafíos de la situación (campo) que estamos viviendo.
Volver a la “normalidad” del pasado sería no haber aprendido nada de la experiencia presente, con todo lo que nos cuesta. Ante la incertidumbre, más responsabilidad creativa Sabemos que responsabilidad viene del latín responsum (obligado responder de alguien o de algo).
Así podemos tomarlo como el compromiso presente, de ser responsables tanto por nosotros como por los demás y en este caso, ser responsable implica ser consciente de tomar una decisión por el bien común. Por la comunidad.
Gestálticamente, ser responsable es estar en contacto con el otro, hacerse presente el uno para el otro, en una experiencia común que llamamos campo, y que tiene temporalidad. Así podemos, en el presente vivido y consciente, enlazar el pasado, añorado y soltado, con el futuro esperanzado y creado.
José Miguel Echarte.
Terapeuta Gestáltico
Docente CGSI